El propio nombre

Para que el individuo humano acceda al mundo inmaterial y atemporal producto del lenguaje, necesita construir una nueva instancia, una identidad en el lenguaje, una entidad que pueda moverse en el mundo virtual de la palabra. Dado que el lenguaje está compuesto de palabras, hace falta una palabra que designe esa identidad. Esa palabra es el nombre propio o yo. Mediante el yo, una parte del individuo se identifica, se convierte en un objeto para sí mismo y para los demás. El infans (etimológicamente, sin palabra), cuando empieza a usar el lenguaje, se refiere a su nombre como si fuera un tercero, en tercera persona. Sólo la continua identificación, por parte de padres y otras personas del entorno, de ese nombre propio con su cuerpo y su presencia, hacen que el niño acabe identificandolos: «yo soy mi nombre».

Sin embargo, el lenguaje y el nombre propio ya estaba presente, antes incluso de que el individuo pudiera existir y conocer. Todos los sujetos que le precedieron dieron forma a la estructura de la que ahora se sirve para interpretar el mundo y para comunicar. Sólo puede comunicarse, por tanto, a través de las categorías y formas de los otros. Es más, todo el mundo del nombre propio que, recordemos, es la manera en que el sujeto se relaciona con los otros, está determinado por las personas que le iniciaron en su uso y le identificaron con ese nombre: sus padres o cuidadores. 

Al no ser más que una construcción lingüística, el yo puede ensayar otras características y otras formas de ser yo

Existe la posibilidad innata del lenguaje, pero el ser humano accede a este registro mediante el aprendizaje que realiza con sus cuidadores. Por tanto, el nombre propio y su posición en ese registro son adjudicados por los otros, y con él el resto de características del yo del lenguaje. Al no ser más que una construcción lingüística, el yo puede ensayar otras características y otras formas de ser yo. La capacidad de “ponerse en el lugar de otro” le posibilita identificarse con otros personajes, reales o ficticios, presentes o ausentes, o con algunos de sus objetos o características, consciente o inconscientemente.

Fernando Rodríguez Bornaetxea | Psicología y Consciencia